martes, 4 de diciembre de 2012

La Biblioteca del Caos - Encofrados

   Antes de empezar a levantar encofrados, se me antoja oportuno y necesario mencionar otras sustancias introducidas en la hormigonera, factores ambientales que fueron abono, de la catadura que fuese, de la materia prima con la que habrían de fraguar los cimientos primigenios que dejé reseñados y homenajeados en la entrada anterior de esta serie.
   Por un lado, debemos considerar el entorno en el que creció aquel galopín –oséase, yo–:
Nacido en el seno de una humilde familia de clase trabajadora, inmigrantes dentro de aquella España de posguerra, creyentes practicantes, por aquel entonces, y con algunos de sus miembros pertenecientes a la docencia y al clero, que en casa se mezclaran sotanas y hábitos con cantaores de flamenco, maestros y profesores con costureras, paletas, amas de casa o campesinos, era de lo más normal. Puedo recordar incluso a una pariente, señora ya madura que ejercía de "madame" en el barrio chino de Barcelona, de exquisitos modales y sentido del humor, y a su hijo, alegre proxeneta en ciernes... Sea como fuere, no faltó, pues, variado muestrario humano a mi alrededor, lo cual, debo inferir, supuso riqueza en cuanto a puntos de vista y diversidad de fuentes de información... Debe añadirse en este punto, a modo de condimento, que el primer colegio al que asistí, de los tres a los siete años, estaba regentado por monjas; los niños formábamos en el patio, uniformados, cual ejército de parvulario, y entrábamos en las aulas marcando el paso al ritmo de soniquetes militaroides vomitados por la megafonía; se rezaba al entrar, al salir, antes, durante y después...    
   De toda aquella fauna me llegaron las tradiciones orales, los cuentos clásicos, las fábulas, los dichos, los mitos, las leyendas y las parábolas, sazonadas y mezcladas con las fabulosas aventuras, desventuras y padeceres –¡qué manera de padecer!– de todo el santoral y demás personajes bíblicos, muy de moda por aquel entonces...
   Por otra parte, no se puede obviar el hecho de pertenecer a la primera generación española de nativos de lo que hoy llamamos la Era de la Comunicación y de la Información, de aquella incipiente cultura audiovisual abanderada por los tebeos y la arrolladora televisión*. Las historias ya no sólo se leen, sino que pueden verse y escucharse.
   Pues bien, en aquella tesitura y entre toda la parentela, debo hacer mención especial de un amigo de la familia que nos visitaba, con cierta asiduidad, los fines de semana. Aquel por entonces joven, venía siempre cargado de periódicos, revistas y, lo más importante, tebeos; tebeos de todas clases: TBO, Capitán Trueno y Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz, Mortadelo, Tío Vivo, DDT, Pulgarcito, Dumbo... ¡De todo! Durante años, fue el principal abastecedor de publicaciones juveniles en aquella casa, y entre sus cargamentos, a poco que crecimos, empezaron a llegar los materiales que compusieron, ahora sí, los encofrados que empezarían a dar forma a esta particular biblioteca que nos ocupa. Y de igual modo que menciono al porteador, es de rigor y justicia que señale al abastecedor: la Editorial Bruguera.
   Dos son las colecciones de las que quiero dejar constancia: Historias Selección, del año 1966, y Joyas Literarias Juveniles, del año 1967 y consecuencia del éxito de la primera. La particularidad de aquellas colecciones estribaba en que eran adaptaciones de clásicos de la literatura, de distintos géneros -incluso de Historia y de biografías-, adaptados al tebeo -aún no se los llamaba cómics-.

Colección Historias Selección
Ejemplares de Historias Selección

   En el caso de Historias Selección, se trataba de libros en los que cada tres páginas de letras, como las de cualquier libro, te encontrabas una de viñetas que representaba algo de lo que acababas de leer en las páginas previas. Tal fue la popularidad de aquella iniciativa que, no mucho después, a medida que crecía el mercado del tebeo, la misma editorial lanzó la colección de Joyas Literarias Juveniles, que eran ya adaptaciones al tebeo en toda regla de clásicos de la literatura de lo más variados. Y para que se puedan hacer una idea de la ingente cantidad de títulos, géneros y autores de los que estamos hablando, les ruego encarecidamente que se tomen la molestia de consultar los enlaces a dichas colecciones que les he dejado un poco más arriba, donde pueden encontrar completos y detallados listados de los volúmenes que compusieron aquellas colecciones.
Ejemplares de Joyas Literarias Juveniles

   Así fue como un servidor fue empapándose de aventuras, lugares desconocidos y mundos imaginarios; de pistoleros, caballeros, héroes de toda calaña y pelaje... Y a conocer las artes de maestros de la pluma como Mark Twain, Julio Verne, Stevenson, Dickens, Salgari, Cervantes, entre otro muchos, muchos más... Estaba yo en torno a los ocho años y debo decir que mis ojos acabaron por zamparse con avidez más del 80% de cada una de las colecciones mencionadas.

   De forma paralela, además de las enseñanzas familiares, las materias escolares y el papel devorado, la programación infantil de la televisión de la época contribuyó a moldear mis tiernas meninges de entonces.
Mi Marciano Favorito, Bonanza, Los Invasores, La Flecha Negra, Embrujada y Jim West

   Además de generosas dosis de dibujos animados y western dominguero, el menú audiovisual presentaba deliciosos platos como Mi Marciano Favorito, Perdidos en el Espacio o Tierra de Gigantes, más algunas de aquellas series vistas a hurtadillas, vetadas por el estigma de los rombos, como Los Invasores o Los Intocables...
Mi Bella Genio, Tierra de Gigantes, Daniel Boone, Perdidos en el Espacio y El Virginiano

   Y entre todas ellas, en el ocaso de la década de los 60, el tubo de rayos catódicos habría de traerme dos que dejarían una huella más profunda, si cabe: La Cuarta Dimensión (que no era otra que la mítica serie The Twilight Zone), para empezar. Y el 7 de enero de 1969, un martes, la segunda cadena de la televisión, la vieja UHF, emitiría el primer capítulo de una serie titulada Viaje a las Estrellas, título que duró una sola entrega y fue sustituido a partir del segundo capítulo por La Conquista del Espacio. Damas, caballeros, Star Trek, cual sacudida de fáser, iba a dejar cicatrices indelebles en aquel tierno infante...
Súper Agente 86, Los Intocables, La Cuarta Dimensión (The Twilight Zone) y La conquista del Espacio (Star Trek)

*No, no me olvido de la radio, pero es sobre la irrupción de lo visual donde quiero llamar la atención.

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