lunes, 31 de diciembre de 2012

Nueva órbita

Queridos/as amigos/as, mis seres queridos, mi familia, mi especie:
Como ya sospechábamos la mayoría de nosotros, las interpretaciones más agoreras de las predicciones del entrañable pueblo maya no se cumplirán. Ni siquiera podemos asegurar que hayan atinado las más optimistas y que un nuevo ciclo, más allá del previsto invierno, haya empezado por estas fechas. Así que por lo único que me atrevo a apostar es por el hecho de que, en pocas horas, es harto probable que nuestra querida nave Tierra finalice otra de sus órbitas alrededor de nuestra estrella madre para empezar otra nueva, en este fabuloso viaje nuestro por el Universo. Y en esos momentos, llámenme tontorrón, no puedo evitar sentirme muy dichoso por un doble privilegio: el de estar vivo para contarlo y el de poder compartirlo, una vez más, con todos ustedes.
Salud, coraje y alegría, queridos míos, para lo que tenga que venir. Que por nosotros no sea.
¡Adelante!

Se les quiere.

lunes, 17 de diciembre de 2012

La Biblioteca del Caos - Fraguando

   A los siete años, bautizado, confirmado, confesado y por primera vez comulgado, el hogar familiar iba a cambiar de entorno, transladándose del barrio de Horta al de La Verneda, barriada de inmigrantes que habría de amasar una sólida tradición de reivindicaciones vecinales y donde se había inaugurado, apenas tres años antes, el polígono de viviendas La Pau –La Paz, por aquel entonces–. Coincidió también que en mi primer colegio, el de las monjas –Amor de Dios, se llamaba...–, no se aceptaban varones más allá de la Primera Comunión, por lo que, además de aires, cambié de escuela. Haciendo gala de una enternecedora torpeza en el ámbito de las predicciones, los deseos que mis queridísimos padres albergaban sobre mi futuro –los padres no pueden evitar planificar, a su propia medida, la vida de sus vástagos, con los consiguientes chascos que ello suele conllevar– se debatían entre la teología y la medicina, por lo que sus intentos fueron encaminados hacia otra escuela eclesiástica. Sin embargo, una carambola de prosaicos azares en las fechas y las plazas disponibles iba a obligarles a matricularme en la Academia La Paz, centro de barrio y de gestión privada que, además de estar en frente de nuestra nueva vivienda, contaba con una biblioteca la mar de apañada, dadas las circunstancias, y un profesorado que habría de marcar, en notable medida, importantes pautas en mi formación. En aquella academia estrené la Enseñanza General Básica (E.G.B.) y ya no habría de moverme de allí hasta finalizar el Curso de Orientación Universitaria (C.O.U.). Pero no corramos tanto...

   Aquella biblioteca sabatina iba a proporcionarme nuevos materiales para la construcción de mi incipiente biblioteca personal. Además de todo aquello que venía engullendo y he ido mencionando en las anteriores entradas de este hilo, arrasé como Atila con toda la literatura infantil y juvenil que allí pude encontrar, haciendo especial estrago en la obra de Enid Blyton y en una colección de la que guardo gratos recuerdos: Los Grumetes de la Galera*.

Los cinco en el cerro del contrabandista, ¡Buen trabajo, Siete Secretos!, Roque el trapero, Los astronautas del Mochuelo, Viaje al país de los lacetas, La pandilla de los 10, El zoo de Pitus...

   Aquellas hileras de libros fueron cayendo como lo hicieron las de las aventuras de Tintín y las de Astérix y Obelix, que también acampaban por allí... Mi afición por los menospreciados “tebeos” superaba incluso a la de los libros, hasta el punto de provocar una cruzada familiar, tan feroz como inútil, para librarme de aquella maldición en viñetas...


   No me vayan ustedes a imaginar, por lo que les cuento, como uno de aquellos niños que no se mueven de una silla, no se equivoquen. Era un torbellino enclenque que jugaba con efusiva dedicación con cualquier cosa que se le pusiera a tiro, sin distinción de número, clase o género; iba al colegio como el que va a un parque de atracciones; charlaba por los codos... Y así, entre familia, escuela, juegos, tele y lectura, mucha lectura, fui dando el primer estirón hasta los once años, corriendo hacia la pubertad, que, como es bien sabido, es época de cambios...

*Solicité hace unas semanas a la editorial el listado de obras de aquella colección. Sigo sin respuesta...

sábado, 8 de diciembre de 2012

One Vision


   En estos tiempos nuestros, tiempos de crisis, tiempos de cambios, tiempos donde la incertidumbre se mezcla con la indignación, la rabia, la frustración y la desesperanza, muchos son los que claman a los cielos en busca de una respuesta a la pregunta que presiona hasta la asfixia a cualquiera que haya vislumbrado aunque sea un atisbo del "fregao" en el que la especie humana se haya inmersa: tenemos un problema (enorme, de múltiples facetas, complejo) y nos preguntamos "¿Qué podemos hacer?" Es ésta una pregunta a la que las fórmulas ya intentadas no responden; respuestas como un nuevo baño de sangre sería una dolorosa derrota, un atroz retroceso en el lento avance de la razón...

   Queremos una respuesta verdaderamente efectiva, es decir, que tenga un efecto real, patente, con proyección de futuro. Se busca una respuesta que signifique un cambio esencial y real, una auténtica evolución, y no un mero maquillaje, no un cambio en el decorado, no un parche. Se busca una respuesta para que algunas cosas sean de otra manera, no de la misma disfrazada. A lo que yo digo, por enésima vez, que la respuesta la hemos tenido siempre delante, desde que tenemos memoria; pues las cosas son como son son porque así las hacemos; y dejarán de ser así cuando las hagamos de otro modo. Así, el problema cambia su foco y pasa de la "cosa" a quien la realiza: es decir, nosotros. Y para que nosotros las hagamos de otra manera tenemos que entenderlas de otra manera. Y para entenderlas tenemos que tomarnos la molestia de ponernos a conocerlas, es decir, a saber. Y para saber, hay que ponerse a aprender... Y si seguimos tirando del hilo, acabaremos siempre donde siempre se acaba, no sin cierta desazón, en cualquier discusión o debate mínimamente racional que busca desesperadamente soluciones. En otras palabras, y yendo al grano, la respuesta está donde ha estado siempre: en la educación.

   Quisiera, pues, centrar en este asunto otra parte de las apariciones en esta palestra. La denuncia de injusticias, corrupciones y desmanes, los diagnósticos de la descomposición, de la decadencia están siendo sobradamente señalados y aireados, y así debe seguir siendo. Pero, un servidor, se siente en la necesidad de iniciar este camino –menos llamativo, catártico, sedante y visceral, tal vez, pero infinitamente más productivo, gratificante y sosegado–, aunque sólo sea a título personal. Y quisiera recorrerlo, a ser posible, con alegría, con buen ánimo y determinación.

   Dejo aquí, antes de nada, otros dos documentos audiovisuales, que se añaden a algunos que ya dejé aquí en su día (aquí uno, y otro aquí), y espero que ayuden a un previa reflexión, a ubicarnos de algún modo en el paisaje que propongo explorar. Ojo: insisto, que no los presento como solución ya del problema, sino más bien como aquel que mete un pie en el agua para tomarle la temperatura...


Programa "Singulars" - 05/12/2012 - Xavier Melgarejo: millorar l'educació per millorar la societat

The Finland Phenomenon - El Sistema Educativo Finlandés

martes, 4 de diciembre de 2012

La Biblioteca del Caos - Encofrados

   Antes de empezar a levantar encofrados, se me antoja oportuno y necesario mencionar otras sustancias introducidas en la hormigonera, factores ambientales que fueron abono, de la catadura que fuese, de la materia prima con la que habrían de fraguar los cimientos primigenios que dejé reseñados y homenajeados en la entrada anterior de esta serie.
   Por un lado, debemos considerar el entorno en el que creció aquel galopín –oséase, yo–:
Nacido en el seno de una humilde familia de clase trabajadora, inmigrantes dentro de aquella España de posguerra, creyentes practicantes, por aquel entonces, y con algunos de sus miembros pertenecientes a la docencia y al clero, que en casa se mezclaran sotanas y hábitos con cantaores de flamenco, maestros y profesores con costureras, paletas, amas de casa o campesinos, era de lo más normal. Puedo recordar incluso a una pariente, señora ya madura que ejercía de "madame" en el barrio chino de Barcelona, de exquisitos modales y sentido del humor, y a su hijo, alegre proxeneta en ciernes... Sea como fuere, no faltó, pues, variado muestrario humano a mi alrededor, lo cual, debo inferir, supuso riqueza en cuanto a puntos de vista y diversidad de fuentes de información... Debe añadirse en este punto, a modo de condimento, que el primer colegio al que asistí, de los tres a los siete años, estaba regentado por monjas; los niños formábamos en el patio, uniformados, cual ejército de parvulario, y entrábamos en las aulas marcando el paso al ritmo de soniquetes militaroides vomitados por la megafonía; se rezaba al entrar, al salir, antes, durante y después...    
   De toda aquella fauna me llegaron las tradiciones orales, los cuentos clásicos, las fábulas, los dichos, los mitos, las leyendas y las parábolas, sazonadas y mezcladas con las fabulosas aventuras, desventuras y padeceres –¡qué manera de padecer!– de todo el santoral y demás personajes bíblicos, muy de moda por aquel entonces...
   Por otra parte, no se puede obviar el hecho de pertenecer a la primera generación española de nativos de lo que hoy llamamos la Era de la Comunicación y de la Información, de aquella incipiente cultura audiovisual abanderada por los tebeos y la arrolladora televisión*. Las historias ya no sólo se leen, sino que pueden verse y escucharse.
   Pues bien, en aquella tesitura y entre toda la parentela, debo hacer mención especial de un amigo de la familia que nos visitaba, con cierta asiduidad, los fines de semana. Aquel por entonces joven, venía siempre cargado de periódicos, revistas y, lo más importante, tebeos; tebeos de todas clases: TBO, Capitán Trueno y Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero del Antifaz, Mortadelo, Tío Vivo, DDT, Pulgarcito, Dumbo... ¡De todo! Durante años, fue el principal abastecedor de publicaciones juveniles en aquella casa, y entre sus cargamentos, a poco que crecimos, empezaron a llegar los materiales que compusieron, ahora sí, los encofrados que empezarían a dar forma a esta particular biblioteca que nos ocupa. Y de igual modo que menciono al porteador, es de rigor y justicia que señale al abastecedor: la Editorial Bruguera.
   Dos son las colecciones de las que quiero dejar constancia: Historias Selección, del año 1966, y Joyas Literarias Juveniles, del año 1967 y consecuencia del éxito de la primera. La particularidad de aquellas colecciones estribaba en que eran adaptaciones de clásicos de la literatura, de distintos géneros -incluso de Historia y de biografías-, adaptados al tebeo -aún no se los llamaba cómics-.

Colección Historias Selección
Ejemplares de Historias Selección

   En el caso de Historias Selección, se trataba de libros en los que cada tres páginas de letras, como las de cualquier libro, te encontrabas una de viñetas que representaba algo de lo que acababas de leer en las páginas previas. Tal fue la popularidad de aquella iniciativa que, no mucho después, a medida que crecía el mercado del tebeo, la misma editorial lanzó la colección de Joyas Literarias Juveniles, que eran ya adaptaciones al tebeo en toda regla de clásicos de la literatura de lo más variados. Y para que se puedan hacer una idea de la ingente cantidad de títulos, géneros y autores de los que estamos hablando, les ruego encarecidamente que se tomen la molestia de consultar los enlaces a dichas colecciones que les he dejado un poco más arriba, donde pueden encontrar completos y detallados listados de los volúmenes que compusieron aquellas colecciones.
Ejemplares de Joyas Literarias Juveniles

   Así fue como un servidor fue empapándose de aventuras, lugares desconocidos y mundos imaginarios; de pistoleros, caballeros, héroes de toda calaña y pelaje... Y a conocer las artes de maestros de la pluma como Mark Twain, Julio Verne, Stevenson, Dickens, Salgari, Cervantes, entre otro muchos, muchos más... Estaba yo en torno a los ocho años y debo decir que mis ojos acabaron por zamparse con avidez más del 80% de cada una de las colecciones mencionadas.

   De forma paralela, además de las enseñanzas familiares, las materias escolares y el papel devorado, la programación infantil de la televisión de la época contribuyó a moldear mis tiernas meninges de entonces.
Mi Marciano Favorito, Bonanza, Los Invasores, La Flecha Negra, Embrujada y Jim West

   Además de generosas dosis de dibujos animados y western dominguero, el menú audiovisual presentaba deliciosos platos como Mi Marciano Favorito, Perdidos en el Espacio o Tierra de Gigantes, más algunas de aquellas series vistas a hurtadillas, vetadas por el estigma de los rombos, como Los Invasores o Los Intocables...
Mi Bella Genio, Tierra de Gigantes, Daniel Boone, Perdidos en el Espacio y El Virginiano

   Y entre todas ellas, en el ocaso de la década de los 60, el tubo de rayos catódicos habría de traerme dos que dejarían una huella más profunda, si cabe: La Cuarta Dimensión (que no era otra que la mítica serie The Twilight Zone), para empezar. Y el 7 de enero de 1969, un martes, la segunda cadena de la televisión, la vieja UHF, emitiría el primer capítulo de una serie titulada Viaje a las Estrellas, título que duró una sola entrega y fue sustituido a partir del segundo capítulo por La Conquista del Espacio. Damas, caballeros, Star Trek, cual sacudida de fáser, iba a dejar cicatrices indelebles en aquel tierno infante...
Súper Agente 86, Los Intocables, La Cuarta Dimensión (The Twilight Zone) y La conquista del Espacio (Star Trek)

*No, no me olvido de la radio, pero es sobre la irrupción de lo visual donde quiero llamar la atención.