miércoles, 31 de agosto de 2011

Charlando voy, charlando vengo...

Es propio de juglar, por muy eléctrico que sea, recorrer plazas con sus cantinelas y soniquetes. Se da el caso de que últimamente las plazas de los barrios han recuperado parte de una actividad que nunca debieron perder y ese trajín retomado ha dado lugar a lo que se ha bautizado como la Universidad Indignada (vídeo), en cuyo programa de charlas y talleres me hallo incluido, motivo por el cual me complace comunicarles, pacientes y amables lectores, que un servidor hará gala de su incontinencia verbal en los siguientes lugares, horarios y fechas:

Lunes, 5 de septiembre de 2011
¡Hay que ver cómo está el mundo! + El esclavo demócrata
Parque Príncep de Girona / Guinardó - Can Baró (Barcelona) - mapa
A las 19:00 horas.

Martes, 6 de septiembre de 2011
El esclavo demócrata
Plaza de Ángel Pestaña / Nou Barris (Barcelona) - mapa
A las 19:00 horas.

Miércoles, 7 de septiembre de 2011
El esclavo demócrata
Plaza Ram de l'Aigua / Sant Martí - Verneda (Barcelona) - mapa
A las 20:00 horas

Sábado, 10 de septiembre de 2011
Fiestas de Belvitge: XIV Txiringo Alternatiu de Bellvitge
A las 17:00 horas
Presentación del libro Política Estúpida. Reflexiones a quemarropa + El esclavo demócrata

Las charlas en cuestión van dirigidas al gran público, al pueblo llano, sin necesidad de formación específica alguna. Su objetivo fundamental es servir como reflexión previa, una especie de introducción a cualquier intento de organización destinada a afrontar los problemas políticos y sociales que nos envuelven en la actualidad. Sirvan las siguientes líneas de sinopsis:

¡Hay que ver cómo ha cambiado el mundo!: exposición de unos 20 minutos, acompañada de pase de diapositivas, que tiene como objeto fundamental tomar conciencia de la envergadura y la complejidad que conlleva cambiar nuestra visión del mundo. Si no comprendemos el mundo en el que vivimos, difícilmente podemos afrontar los problemas que nos plantea, ni mucho menos organizar nada que resulte mínimamente efectivo.

El esclavo demócrata: exposición (unos 20 - 30 minutos) que revisa de forma llana y sencilla la estructura y el funcionamiento básicos de la pirámide social desde su creación (hace unos nueve mil años) y nuestra posición y función dentro de ella. Durante la exposición se revisan términos como "política", "demos", "pueblo", "plebe", "democracia"... La pretensión es parecida a la de la charla anterior: con vista a afrontar los problemas (y cualquier intento de organización para intentar resolverlos), se me antoja fundamental entender quiénes somos, dónde estamos, nuestra función dentro de la vieja estructura que se desmorona, cuyo funcionamiento es el origen de los problemas que nos afectan (y nos afectarán). 

Pues aquí queda dicho y anunciado. Ni qué decir tiene que me encantaría contar con su impagable presencia. Y si además tienen a bien difundir esta información, pues para qué les voy a contar... Gracias de antemano.

sábado, 20 de agosto de 2011

Fábula taurina

   Mira tú por dónde, va a salir algo positivo de los alborotos relacionados con las JMJ, pues en el intrincado y cada vez más revuelto juego de tablero que es el escenario socio-político tardaba ya en ponerse sobre el tapete –yo empezaba a estar preocupado– la cuestión de la estrategia. Además de las propuestas de diálogo –arma de construcción masiva, donde las haya– surgidas en las entrañas de la Red (#JMJ15M), he podido leer interesantes reflexiones sobre factor tan fundamental, poniendo además sobre la mesa textos que algunos nos habíamos cansado ya de recomendar, por activa y por pasiva. No hay problema. Más vale tarde que nunca. Y como uno comprende que cada cual bastante tiene con lo suyo y puede no estar para enfrascarse en sesudas valoraciones teóricas, voy a arrancarme aquí con una especie de fábula que espero resulte ilustrativa.
   Imaginemos una corrida de toros, con todos sus elementos: público al sol y a la sombra, palco de autoridades, la banda, picadores, monosabios, banderilleros, mozos de espada y demás cuadrilla, y, por supuesto, los indiscutibles protagonistas de la tarde: el torero y el toro.
   Al margen de otras valoraciones, una corrida de toros se desarrolla repitiendo una escrupulosa serie de actos, llamados tercios, pero que yo voy a resumir aquí sin ninguna ortodoxia:

   Se suelta al morlaco en la plaza, donde entra ya dando testaradas y tiene ocasión de exhibir el porte, la furia y la bravura de que disponga. Los primeros compases tienen como objeto poner de mala leche al animal: se le marea, se le pica, se le banderillea... Cuando el bicho está de un humor que se llevaría por delante a cualquiera, vuelve a salir el matador (al que se le llama también diestro, aunque sea un chapuzas, zurdo o ambas cosas), y regala a la concurrencia otra tanda de posturitas, esta vez con muleta y espada, para acabar de marear, encabronar y agotar a la bestia antes de entrar a matar: el fatal y también previsto desenlace.
  Bien. Como sucede con cualquier otro ritual, para que éste tenga lugar, se cuenta con que todas las partes cumplan con su papel. En el caso del toro, se cuenta con su lógico cabreo (con lo tranquilo que estaba él correteando por sus pastos, con sus vacas...) y el irracional imperativo animal que le lleva a perseguir y embestir a todo lo que se mueva frente a su testuz.

   Pero imaginemos ahora que, un buen día, por aquellos azares de la evolución, saliera al ruedo un toro mutante. Se abre la puerta de los toriles y el bicho sale con paso tranquilo, cornamenta erguida, avanza hasta plantarse en el centro de la plaza y recorre con la mirada al escamado tendido. Tras los burladeros, puede distinguir las monteras de los peones, que se miran, titubean, pero abandonan su refugio, capote por delante, porque la banda toca el primer tercio y no es cosa de incomodar al respetable. Salen el torero y sus auxiliares, corren por la arena, arriba y abajo, incitan, pero el toro se los mira y no se mueve. El matador se le arrima, pero nada: el toro se da media vuelta, se dirige con toda pachorra hacia la barrera y se pone a la sombra. El respetable silba, en el palco encienden puros y los dueños de las cuadras se agitan inquietos. Los subalternos rodean al animal sacudiendo los capotes como poseídos, pero el toro se mira las pezuñas, como aburrido. Que salga el picador  a ver si arregla esto. Y sale, sobre su noble montura, garrocha en ristre, e inicia las maniobras de aproximación. El toro, como quien no quiere la cosa, se arranca con un elegante trote, en torno a la circunferencia de la plaza, en una u otra dirección siempre que lo aleje de la puya. Después de diez minutos de trotes, hasta el caballo dice que corra Lucas y se planta. El respetable se desgañita y cada vez parece menos respetable. Los alguacilillos esperan las órdenes del presidente, que se seca el sudor. El diestro, apoyado en la barrera, bebe agua y maldice la mala suerte que ha tenido con su primer toro. Así no hay quien lidie. Que saquen las vaquillas y se lleven a esa bestia pusilánime al matadero. Se oyen los cencerros, salen las vaquillas, y para estupor de la plaza entera, el toro se tumba indolente, como si fuera a echar una cabezadita. Tras las tablas hay quien asegura que, si no fuera porque es del todo imposible, diría que el toro se ha reído. Al diestro se le saltan las lágrimas; las damas se arrancan la peineta; en el tendido se comen los pañuelos; la banda se arranca con un pasodoble, para distender; en el canal que retransmiten la corrida dan paso a la publicidad... 

Moraleja: si el toro no entra al capote, no hay fiesta que valga.

jueves, 4 de agosto de 2011

Crónicas del NeoMester (IV)

Tengo que salir al exterior. Hace días que las gráficas de flujo en mis terminales repiten hipnóticos bucles de mensajes vacuos y redundantes que corren de una red a otra como pollos descabezados. Cientos de miles de individuos intercambiando su inquietud por quién será el que los exprima en las próximas elecciones. Irrelevante. Mirar a través de un caleidoscopio resulta más productivo...

El sol cae a plomo y apresuro el paso hasta el pequeño bar guarecido entre dos edificios. Las mesas y las sillas metálicas protegidas por los viejos toldos provocan la engañosa sensación de que la sombra te hace invisible. Antes de que mi culo se acomode, la camarera china se inclina sonriente ante mí. Responde por Lola, tengo entendido; apreciable sentido del humor. Pido agua muy fría. Extraigo del bolsillo lateral de mis bermudas un pequeño portátil. Desde un banco cercano un niño levanta la vista de su consola y sigue con la mirada mis gestos abriendo la tapa. Me evalúa durante un instante, parece conforme y vuelve a centrarse en su pantalla. Rastreo las señales de la zona por pura costumbre y asigno mi propio móvil como punto de conexión. Lola deja el agua y unos maliciosos cacahuetes salados encima de la mesa. Sobre sus ojos oblicuos se escapa un fugaz arqueo de cejas ante el solitario cursor blanco que parpadea en mi pequeña pantalla negra. Bebo un sorbo largo y la impresión al tragar el agua fría hace que el implante de mi oído izquierdo me tapone la audición por un momento. Antes de que pueda teclear nada, el cursor corre por su cuenta escribiendo la solicitud de permiso para establecer conexión cifrada. Canal TechnoMester. Accedo.

TM_101: no estás en tu cueva, golfo! estás en la playa?
NM_077: sí, en las costas de Manchuria...
TM_101: XD
NM_077: XD
TM_101: el niño ya está fuera
NM_077: sí, vi lo de la campaña y algo he leído
TM_101: te mando una imagen de las que te gustan ;)
NM_077: ok, lo de noviembre sigue en pie?
TM_101: parece que sí, espera...
NM_077: ok
TM_101: toma, acaba de llegar, añádelo a lo tuyo ;) http://pastehtml.com/view/b2da7b0pp.rtxt
NM_077: ya estoy leyendo...
TM_101: ok, ya dirás
NM_077: actualizo en cuanto vuelva a la cueva
TM_101: vale, cierro, hablamos luego
NM_077: ok, ponte a la sombra... XD
TM_101: XD cu!

La conversación desaparece de la pantalla como si nunca hubiera existido. Envío los enlaces a los discos duros de mi cuarto, conecto con uno de nuestros servidores de descarga y bajo la imagen. Me acabo el agua. El alcohólico de turno se asoma a la puerta del bar, rostro enrojecido, ojos vidriosos. Mira más allá de la sombra, titubea ante la cortante línea del sol y regresa al interior. Echo un vistazo a la imagen y no puedo contener una sonrisa. Amplío y obtengo lo que me interesa. Rápidamente abro un navegador y en un par de minutos recibo notificación de la compra que acabo de realizar. Vuelvo a mirar la fotografía. Dieciocho añitos. Vuelvo a sonreír. Todo va bien. Me viene a la cabeza aquel proverbio del sabio que señala a la luna y el tonto que le mira el dedo. Apago y cierro el portátil. Lola emerge de nuevo, como si oyera mi pensamiento. Le pido una cerveza bien fría. Sonríe y asiente. Asiente y sonríe. En tres días laborables tendré el libro en casa. Qué listo, el chaval. A ver a qué saben esos cacahuetes...