domingo, 6 de enero de 2013

Hablemos de Educación... (I)

   Para que nadie se llame a engaño, voy a empezar declarando abiertamente y sin paliativos mi posición: a día de hoy, en la segunda década del siglo XXI, sumergidos en pleno cambio de era (de la Industrial a la Digital, a la de la Información y el Conocimiento...), el sistema educativo, tal y como lo conocemos, debería ser desmantelado hasta sus cimientos, hasta la última piedra, para ser refundado desde una perspectiva humana actualizada, racional y científica.

   Dicho esto, me gustaría empezar propinando algunos machetazos –a vuela machete, en este caso– a ciertos equívocos profundamente asentados, sin mayor intención que la de despejar un poco nuestra visión de tan frondoso y enmarañado zarzal.

   En la entrada que bien podría servir de prólogo a ésta, dejaba yo dos vídeos sobre el "fenómeno finlandés" para ir haciendo boca, con el aviso de no tomarlos, sin más, como panacea. Sucede que, cuando nos sentamos ante este tipo de documentos que abordan la cuestión, a poco que rascamos, se nos dispara de forma automática, reiterada y casi generalizada toda una serie de tópicos disfrazados de "reflexiones" que resultan reveladores en extremo. Quisiera, pues, descargar el primer golpe sobre uno de esos presupuestos reflejos engullidos sin masticar: la inmensa mayoría, tras ver alguno de estos vídeos, soltarán, del todo convencidos, algo del tipo "Claro, es que es una cuestión de medios", o "Buf, pero para eso hacen falta muchos recursos...". Es decir, la "reflexión" final queda en algo así como: nuestro sistema educativo es una mierda porque no se dedican los recursos suficientes. Y volvemos a poner cara de taciturna resignación, abrumados por la sensación de que poco o nada se puede hacer al respecto...

   Claros ejemplos de este equívoco se han visto acentuados desde el inicio de los tristemente famosos recortes que se están aplicando en nuestras sociedades afectadas por la "crisis" económica. Hemos tenido y tenemos ocasión de comprobar cómo un día sí y otro también la llamada comunidad "educativa" (administradores escolares, docentes, padres y alumnos) se echa a la calle en protesta por los recortes, estableciendo y reforzando la premisa de que la calidad del sistema "educativo" depende del dinero, y dando la impresión de que antes de los recortes, el sistema "educativo" ya les parecía lo bastante bueno como para no tener que manifestarse con tan intensa asiduidad.

   Y a mí me resulta muy curioso el fenómeno por el cual, mientras vemos el documental, la entrevista o el reportaje, nuestra atención se centra en los recursos, ignorando, como si fueran invisibles al entendimiento, otros datos e ideas con mucha más enjundia, a mi entender. Por ejemplo –y sólo como ejemplo–: que un sistema educativo de calidad se conforma con la debida articulación de tres engranajes fundamentales –familia, escuela, sociedad–; que estamos hablando de un país en el que, desde hace cientos de años, su propia religión impide el matrimonio si no se sabe leer y cuyos valores culturales y políticos consideran a sus infantes como la mayor y mejor inversión que se puede realizar, exaltando la honestidad, la responsabilidad, la equidad, la eficiencia, el trabajo, el mérito...

   Qué duda cabe que para mantener un sistema de enseñanza, como para cualquier otra estructura social fundamental, hacen falta recursos. Lo que no es de recibo es establecer como dogma de fe la relación recursos-buen sistema educativo, equívoco que tenemos incrustado hasta la médula, entre otras razones porque aceptando esa premisa eludimos de un plumazo la responsabilidad que pudiera tocarnos a nosotros como parte del problema. No he visto manifestaciones en las que se vociferen eslóganes del tipo "Somos unos padres de mierda, ignorantes e indolentes. ¡Terapia ya!"; o, "Estudié magisterio porque era más fácil, más corto, mi nota de selectividad no daba para más, y luego tienes muchas vacaciones. ¡Que alguien me despida!"; o "Gestiono los recursos con el culo y hago programas educativos para la propaganda y mayor gloria de mi partido. ¡Que me corten la cabeza!"; o "Exijo que me enseñen a pensar, aunque sea más difícil. ¡Duda metódica ya!"...