Supongo que habrá quien considerará una frivolidad que pase yo olímpicamente de entrar al trapo de la LOMCE, la enésima reforma educativa desde que este bendito terruño inició su andadura de democracia moderna –risas–. Y me lo voy a ahorrar porque, como las anteriores, no puede servir para gran cosa, más allá del postureo político de los partidos y las oposiciones de turno. Mientras la educación sea cosa de política de partido y no de política de Estado, no hay nada que hacer más que arrimar ascuas a la propia sardina. Precisamente, la piedra de toque del reconocido, admirado y envidiado sistema educativo finlandés se encuentra en cómo aquel país acordó su modelo educativo, por encima de las reyertas partidistas. De hecho, si se toman la molestia de leer los textos de las leyes de cada reforma, quitando un parrafito aquí otro allá de cada una de ellas, esta majadería, aquella gilipollez, cualquiera las firmaría, porque en esencia, no ponen nada que no esté expresado en la Declaración de los Derechos Humanos. Y al final, como sucede con los derechos humanos, el intríngulis de que aquellas bellas intenciones se materialicen o no, en una medida u otra, se encuentra en la eterna lucha de intereses de todo calibre que es de sobras conocida.
Digo "intenciones" y digo "intereses" porque si algo debería tenerse claro en cualquier intento serio de abordar los actuales dilemas que la educación plantea es que todo proceso educativo responde siempre a una finalidad, que vendrá determinada por las circunstancias, los intereses, las necesidades –reales o ficticias– de los clanes dominantes: finalidades económicas, patriótico-beligerantes –vete tú a explicarle a un verdadero ilustrado que tiene que ir a morir en una batalla en defensa de los intereses de un señor feudal...–, religiosas, ideológicas, morales, de estricta supervivencia, dependiendo de la circunstancia...
La cuestión que quiero dejar hoy en esta breve entrada es si las intenciones, las finalidades que impulsan la mayoría de sistemas educativos actuales se corresponden con las necesidades del mundo en el que estamos. ¿Qué sucedería si a nuestros niños, en lugar de empezar explicándoles de dioses, bandos, patrias y banderas, empezáramos por explicarles, por ejemplo, esto...?
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