A ver, damas y caballeros, si empezamos a ubicarnos en el mapa y damos alguna muestra de haber aprendido algo en los nueve o diez mil años que llevamos de curso. No pido que me resuelvan integrales –de momento–, pero sí un mínimo de soltura en el manejo de las cuatro operaciones aritméticas básicas, que ya está bien la broma.
Vamos a ver: cada vez que tiene lugar uno de esos ritos que tanto nos gustan –léase "huelga" o cualquier otra manifestación de catarsis colectiva– retrocedemos dos de cada tres pasos avanzados. Ahora nos tiraremos dos o tres meses, hasta la próxima, tratando de explicar y/o justificar los furores propios y ajenos, tirándonos los trastos a la cabeza, los pacíficos a los violentos, los violentos a los pacíficos, el de rojo al de azul, el de azul al de negro, y éste al de verde; porque tú, porque ellos, porque yo... Todos y cada uno de los actores de la obra representando con precisión aterradora, una y otra vez, sus correspondientes papeles, como una pesadilla interminable.
Comprendo perfectamente, repetiré otra vez, la necesidad ritual, cuya función no es otra, precisamente, que la de canalizar, expresar, dar forma a sensaciones, pasiones, emociones que nos abruman y, por ello, requieren de una válvula de escape. Reunidos en torno a la hoguera, uno se disfraza de mamut para que otro, disfrazado de cazador, se enfrente a él y lo derrote en nombre de todos, en medio de una danza extática colectiva al son de los tambores. Ritos para enfrentar y canalizar los miedos, los anhelos y las necesidades, sean físicas o psicológicas. Miren a su alrededor, están por todas partes: celebraciones religiosas, conciertos musicales, eventos deportivos, teatro, cine, y, actualmente, manifestaciones...
Sí, amigos míos, sí: las manifestaciones, hoy en día, no son más que la expresión ritual de lo que en otros tiempos fueron revueltas sangrientas, como los eventos deportivos son la expresión ritual de la batalla o de los duelos. Me da la risa tonta cada vez que oigo a un manifestante que, forrado de pegatinas y banderola en ristre, después de varias horas vociferando entre una multitud de miles de personas haciendo lo propio, echa pestes de aquel que se mete en un estadio con otros miles de personas a jalear a su equipo o duelista favorito. Pues déjenme decirles que, hoy por hoy, un evento deportivo es una forma infinitamente más civilizada de ritual que muchas manifestaciones –por no mencionar ciertos ritos religiosos–. Es más, el aficionado al evento deportivo, por muy energúmeno que sea –es decir, por desmedida que sea la pasión que le ponga– no comete el lamentable error de pensar que su rito favorito va a solucionarle los problemas que el mundo, la circunstancia le plantea. Por muy eufórico que se ponga, por mucho que se pase la semana hablando de lo mismo, tiene clarísimo que, frente a los recortes, el paro o la reforma laboral, de nada va a servir ondear los colores de su equipo. Por muy bonita que nos quedara la danza, por mucha hermandad e identidad que nos embargara la noche anterior, a la mañana siguiente habrá que salir a cazar el mamut, con todos sus riesgos e inconvenientes. Habrá que salir a cazar al mamut, y mejor será que lo hagamos con los sentidos atentos y afinados, concentrados, con la mente fría y despejada de los vapores, del humo, de las llamas, de los gases rituales; mejor será que examinemos y analicemos cuidadosamente el terreno, las huellas, los rastros, que nos atengamos a los hechos y no al dictado de la embriaguez visceral. Porque si confundimos el ritual con la circunstancia real, si dejamos que la víscera ocupe el espacio de la razón, la mente se nubla y el problema se distorsiona, dificultando así cualquier intento de solución, generando frustración, resignación, apatía y, sobre todo, aumentando de forma alarmante las posibilidades de que el mamut se nos lleve por delante.
Permítame que disienta de uno de sus argumento de fondo. Si lo he entendido bien, el ritual que se produce en un estadio de fútbol es mucho más civilizado que el ritual inherente a las manifestaciones como la del pasado jueves (supongo que obvia el tradicional apedreamiento del autobus del equipo rival o esas "bonitas" imágenes del forofo arrebatándole la bandera al niño de este fin de semana).
ResponderEliminarLa impresión que tengo es que en los estadios de fútbol se han puesto los medios y las medidas para que sea un "ritual" más o menos civilizado y en la pasada manifestación había un interés bastante indisimulado en que se fijase una imagen de violencia connatural a ese tipo de ritual.
Ometepe
Apreciado Ometepe anónimo:
ResponderEliminarDisienta usted cuanto guste, no faltaría más, que para eso estamos. :-)
Aunque no recuerdo haber mencionado explícitamente el fútbol, pues lo que pretendo apuntar es extensible a cualquier evento deportivo, ciertamente, también hay actos energúmenos en ese tipo de eventos; hasta en el ajedrez se parten la cara alguna vez. Pero a lo que yo me refiero es a que tales actos quedan circunscritos al propio ritual, al que, como bien señala usted, se le han puesto los medios y las medidas para que sea lo más civilizado posible. De hecho, creo que las manifestaciones llevan el mismo camino: se adoptarán las medidas para que sean cada vez más un ritual lo más civilizado posible y cada vez menos –y ahí es donde quiero ir a parar– una herramienta útil y eficaz para la resolución o, cuando menos, la incidencia de problemas reales.
Con todo esto no estoy diciendo que prefiera unos energúmenos a otros: todos me apenan por igual, sin importar su bando, equipo, bandera, filiación, raza, sexo o creencia. Soy de los que opinan aquello de que "La violencia es el último recurso del incompetente."
Y claro que "había un interés bastante indisimulado en que se fijase una imagen de violencia connatural a ese tipo de ritual." ¡Vaya novedad! Como si fuera la primera vez. Eso es lo que me preocupa, que conociendo como se conocen tales argucias, el personal les de juego de esa manera, demostrando tener menos visión del mapa que un topo y menos sentido estratégico que un percebe.
Reciba un cordial saludo y gracias por su comentario.
En primer lugar, agradecerle su respuesta.
ResponderEliminarEn segundo lugar, soy anónimo (uno de mis escritores favoritos) porque no tengo cuenta en ninguna de las opciones que se ofrecen. Ometepe es un mote de mis amigos, viví varios años en esa isla.
Por otra parte estoy bastante de acuerdo con lo que escribe,pero creo que es posible que exista un espacio entre "manifestación civilizada" y "manifestación domesticada"; y también entre "ritual" y "ritual domesticado".
De todas formas viendo las reacciones del gobierno, de cierta prensa, que es casi toda,del ínclito Puig,etcétera... aún les da cierto miedo la movilización de la gente en su forma más clásica. Y en cuanto a los miembros de la "internacional negra","los 200 antisistema perfectamente coordinados" y toda esa retahíla de tonterías, pues para el Poder (perdón por ponerme metafísico)si no existiesen los inventarían. Ometepe.