Paso deprisa y corriendo por esta tablas, una vez más, para dejarles una pieza caída en mis redes durante este incesante navegar mío por los flujos y las corrientes que recorren el sistema nervioso de nuestro planeta.
Si tienen la amabilidad de leer la descripción de la petición que puede verse
a través de este enlace –está en castellano, tras la versión en inglés–, los que ya me tienen visto el plumero detectarán de inmediato la sustancia que hace que esta iniciativa
online me resulte especialmente interesante, hasta el punto de estampar mi firma, cosa que no suelo hacer así como así. Y la estampo, por un lado, como muestra de apoyo a aquellos que han tenido el gesto de iniciarla, pero, sobre todo, como rúbrica de las ideas que, al formularla, quedan claramente expuestas. Son esas ideas "aireadas", precisamente, más que la esperanza de que cargo alguno de entidad alguna les preste la debida atención, las que quiero invitarles a considerar y, si luego lo creen conveniente, a difundir para que otros puedan también evaluarlas.
Las ideas en cuestión, vienen a ser:
Que en medio del cambio de paradigma en el que nos encontramos, cualquier propuesta que pretenda tener un mínimo recorrido debe partir de la nueva realidad, el nuevo mundo en el que nos hayamos; es decir, debe ser de ámbito global, debe ser capaz de concebir al planeta –con todo lo que contiene, en general, y a la especie humana, necesariamente, en particular– como un todo complejo que demanda, ya por clamorosa necesidad, ser articulado de un modo coherente con la nueva situación.
Que la especie humana ha alcanzado, una vez más, determinadas cotas de conocimiento que le permiten, una vez más, modificar tanto los sistemas de producción como los de transmisión de información y de conocimiento. A lo largo de la Historia, tales modificaciones han dado lugar, siempre, a cambios de paradigma, han cambiado el modelo de mundo, con toda la mutación que eso conlleva. Téngase en cuenta, además, que es la primera vez en nuestra historia conocida en la que la transformación en los sistemas de producción y en los de transmisión de conocimiento se producen simultáneamente, por lo que, en esta ocasión, la envergadura de los cambios y de las transformaciones se eleva al cuadrado, podríamos decir, para entendernos.
Las tecnologías resultantes del conocimiento alcanzado hasta el momento permiten plantearse, aunque sea torpemente, escenarios y posibilidades nuevas. De entre ellas, y tal y como se apunta en la propuesta, no podemos ignorar aquella que, por otra parte, ya está produciéndose: que los individuos, por interconexión cada vez más compleja y sofisticada, transciendan a los límites sociogeopolíticoculturales –toma palabro que acabo de vomitar... Disculpenme, lo tenía ahí, como atascado...– heredados de los anteriores modelos de mundo, dando lugar a una nueva dimensión de lo que entendíamos como "la especie", hasta ahora mero conjunto abstracto dentro del reino animal. La especie ahora empieza a ser consciente de serlo. Y del mismo modo que el niño de corta edad deja un día de emitir grititos y acaba domando su lengua de trapo ante la imperiosa necesidad de articular sus primeras palabras para poder entenderse con la exigente realidad que lo envuelve, de la misma manera, digo, la especie quiere, debe hablar. Tenemos tecnología para hacerlo. Y lo haremos.
Por último, y no menos importante, la propuesta recurre, como ejemplo, a lo que viene siendo uno de los pilares de mi comprensión del mundo desde que tuve edad para improvisar construcciones del mundo: el ser humano es capaz de ordenar y gestionar la realidad, por caótica que sea, con mayor eficacia y armonía, me atrevería a decir, si lo hace desde la esfera lúdica. Es decir, ¿si cuando jugamos, aunque sea olímpicamente, podemos hacerlo, qué nos impide aplicarlo fuera del puro juego? Ahí lo dejo...
Y tan corriendo como he llegado, me despido.
Si creen que lo expuesto merece, al menos, una mínima reflexión... ya saben: que corra la voz. Basta un clic...
Hasta lo más pronto que pueda.