Una gota de sudor me recorre la espalda desde la nuca hasta la rabadilla. Al notarla me quedo inmóvil, temiendo, sin necesidad, un cortocircuito. Deformación profesional, supongo. Me he duchado dos veces, pero la pegajosa película de humedad me vuelve a cubrir todo el cuerpo en el breve trayecto desde el baño hasta la mesa de terminales. Qué asco. Ni siquiera llego a sentarme. Salgo al balcón y saco medio cuerpo por encima de la barandilla, tratando de capturar una brisa que no existe. Tengo la impresión de poder alcanzar la cúspide de la farola sólo con estirar el brazo, pero no lo intento. Una araña avispada ha tejido su tela desde el poste a los bordes de la campana para atrapar a todas las polillas atraídas por la luz. El dibujo de la telaraña se mezcla con mis imágenes mentales de los flujos de tendencia en los que llevo trabajando toda la semana y, en comparación, la trampa arácnida se me antoja de una simpleza enternecedora. No hay ni un alma en la calle. Recorro con la mirada las ventanas de los edificios circundantes buscando signos de actividad humana a estas horas de la madrugada; una luz se apaga de inmediato tras una persiana a medio bajar, como si me hubiera visto y le hubiera dado vergüenza. En un séptimo piso logro captar el parpadeo de reflejos hipnóticos de un panel de televisión en una habitación a oscuras. A dos centenares de metros se recorta el edificio de los trasteros y pienso en mi enorme ventilador allí encerrado. Si no estuviera desnudo y en una quinta planta saltaría por el balcón para ir en su busca. Desde mi mesa, el insistente purr purr de una alerta de descarga requiere mi atención: algo ha llegado. Leo las espicificaciones del documento mientras me pongo un pantalón corto, una camiseta y unas chanclas. Después de las semanas de ruido que llevamos, el archivo recién llegado es como "una bocanada de aire fresco", aunque, con este clima, la analogía suene a broma de mal gusto; lo reenvío a mi anillo inmediato, echo un rápido vistazo al terminal de flujos, ubico el tronco más apropiado y lo copio allí para revisarlo luego. ¿Dónde he puesto las kycars? El aire está espeso en la rambla desierta y flanqueada de farolas, y una escena de The Day The Earth Caught Fire me invade sin avisar... Ni eso podrá impedir que llegue hasta mi ventilador.
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